Somos los herederos de un mundo antiguo

Somos los herederos de un mundo antiguo

Somos los herederos de un mundo antiguo que nunca se decidirá a morir, y que gracias a nosotros y a nuestras acciones nunca morirá. Este mundo es el de los hombres que hicieron la grandeza de las naciones y civilizaciones que defendieron, el orgullo de las familias que construyeron y de los amigos que hicieron, y que son el honor de la humanidad. Somos los herederos de quienes siempre preferirán la audacia de un momento a los cálculos arribistas, la sonrisa de un hermano a la felicitación de un jefe y las alegrías de la vida en manada a la comodidad de la inmensa perrera en que se ha convertido la sociedad moderna y sus principios individualistas.
Nada es más falso que esta libertad individual que transforma la ciudadanos en ganado productivo. Nuestra libertad es la de las normas que nuestra comunidad se da, florece gracias al código por el que elegir obedecer, y nunca se realiza mejor que cuando sirvamos a nuestro ideal de vida. Nuestra libertad se alimenta del sacrificio, del paciencia y esfuerzo, porque sabemos que nada debilita más al hombre que dejarlo pasar.

El estilo de vida de un club de motociclistas podría ser el de las órdenes de caballeros o de samuráis. Si el individuo puede encontrar un objetivo concreto, no será para satisfacer su apetito, sino para ser mejor. Estará encantado de ser empujado por sus hermanos para hacerse más fuerte, más exigente consigo mismo, más eficiente en sus empresas.
La moral común de hoy es tolerante y aboga por aceptar a las personas «tal y como son». Tales valores permiten la peor pereza moral, y no hace falta decir que no es la nuestra. Si alguna vez quieres unirte a nosotros, debes saber que no somos tolerantes. Si tienes que venir a nosotros, no vengas como eres, sino como debes llegar a ser para formar parte de nuestra familia. Y si ya crees que es demasiado difícil para ti, no vengas.

Somos los herederos de un mundo antiguo

Somos los herederos de un mundo antiguo

Somos los herederos de un mundo antiguo que nunca se decidirá a morir, y que gracias a nosotros y a nuestra acción nunca morirá. Este mundo es el de los hombres que hicieron la grandeza de las naciones y civilizaciones que defendieron, el orgullo de las familias que construyeron y de los amigos que hicieron, y que son el honor de la humanidad.

Somos los herederos de quienes siempre preferirán la audacia de un momento a los cálculos arribistas, la sonrisa de un hermano a la felicitación de un jefe, y las alegrías de la vida en manada a la comodidad de la inmensa perrera en que se ha convertido la sociedad moderna y sus principios individualistas.
Nada es más falso que esa libertad individual que convierte a los ciudadanos en ganado productivo. Nuestra libertad es la libertad de las reglas que
nuestra comunidad se da a sí misma, florece a través del código que
elegimos obedecer, y nunca se realiza mejor que cuando
servimos nuestro ideal de vida. Nuestra libertad se nutre del sacrificio,
la paciencia y el esfuerzo, pues sabemos que nada debilita más al hombre
que la dejadez.
El estilo de vida de un club de moteros podría ser el de las órdenes de caballería, o el de los samuráis. Si el individuo puede encontrar un objetivo concreto, no será el de satisfacer sus apetitos, sino el de ser mejor. Estará encantado de ser empujado por sus hermanos para hacerse más fuerte, más exigente consigo mismo, más eficiente en sus empresas.
La moral común actual quiere ser tolerante y aboga por aceptar a las personas «tal y como son». Tales valores permiten la peor pereza moral, y no hace falta decir que no son los nuestros. Si alguna vez quieres unirte a nosotros, debes saber que no somos tolerantes. Si tienes que venir a nosotros, no vengas como eres, sino como debes llegar a ser para formar parte de nuestra familia. Y si ya crees que es demasiado difícil para ti, no vengas.

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